Muchas veces en la práctica clínica, podemos apreciar dificultades a la hora de indagar en el pasado, pues desde el punto de vista de la “objetividad”, cada historia contada debería ser cuestionada y resguardada de las emociones para poder llegar así a una verdad incuestionable.
No obstante es necesario preguntarnos, ¿qué es el pasado?, el pasado no solo es una de las aristas del tiempo, en este caso, un tiempo pretérito, sino también una serie de recuerdos, acontecimientos, sentimientos que van forjándonos a nivel relacional, emocional e intelectual.
Nuestro pasado se convierte entonces en la tierra de la semilla de nuestro ser, una serie de condiciones que nos dan carácter y personalidad. Pero así como somos lanzados al mundo, no todos llegamos en la tierra más fértil, ni tampoco en las condiciones climáticas más prósperas. Sin embargo, cada semilla es perfecta en todo su potencial.
A partir de ello, es posible preguntarnos, ¿nuestro pasado podrá ser reducido a una verdad objetiva? Al desarrollarse la semilla en alguna carencia importante, su historia vital se verá afectada, donde al abrir esa historia, encontramos que lo que constituye la realidad, son los sentimientos, emociones y recuerdos. Siendo estos, información que no pueden ser objetivables y que sólo pueden ser abordadas desde la subjetividad.
Entonces en un proceso terapéutico, el camino será trabajar la tierra del pasado para encontrar la raíz y ver su estado, para poder nutrirla con nuevos sentimientos y emociones, proyectos y esperanzas, crear nuevos espacios, nuevas tierras, con el objetivo de desarrollar finalmente un árbol de todo su potencial, lleno de savia vital, de manera que pueda dar frutos saludables y nuevas semillas.
Así, el terapeuta hace de jardinero que guía, riega y poda, aun que sea doloroso en un comienzo, limpiando la tierra del dolor de nuestras carencias, ayudándote a crear un mejor clima, mostrándote la vía de alcanzar todo lo que tu como semilla eres capaz.
Ps. Daniela Segura O.
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